Desde la antiguedad la iglesia católica ha empleado la fiesta como una estrategia para evangelizar la cultura y atraer a la liturgia al pueblo. En este ensayo argumentan que el éxito de la fiesta descansa en su heteroglosia (coexistencia de variedades distintas), su capacidad de acoger la multivocidad (multiplicidad, diversidad) y abrirse a diversos usos e interpretaciones de sentido. Así lo constatan en el terrotorio de Williche, especialmente lo que hoy corresponde a la región de Los Lagos donde las fiestas religiosas son el principal testimonio viviente de la evangelización católica, en el que el pueblo asume o se apropia de su ritualidad.
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