Lado A: Hermelinda -- como una rosa roja -- José Antonio -- quejas -- historia de mi vida -- la pasionaria -- Lado B: Nido vacío -- cuando llora mi guitarra -- que importa -- nube gris -- Victoria -- balcón -- Lado C: Yo tengo una pena -- otro día gris -- ya no me quieres -- llámame -- el plebeyo -- la flor de la canela -- Lado D: El huerto de mi amada -- todos vuelven -- déjalos -- cariño mío -- el puente de los suspiros -- humo vano -- china hereje.
El ensamble de un virtuoso de la guitarra como Oscar Avilés y uno de los más seguros y armónicos guitarristas de acompañamiento como Augusto Ego Aguirre señaló,a partir de 1946, uno de los grandes momentos de la canción criolla: la aparición del nuevo trío Los Morochucos, con la edición de la primera voz de Alejandro Cortéz. El lenguaje tradicional del vals y la polka, el tondero y la marinera, fue radicalmente innovado. Lo que fuera una introducción parva y sin esplendor armónico se transformó en los magistrales dedos de Avilés en una rica recreación barroca donde las seis cuerdas de la guitarra adquirirían, tonalidades nunca oídas en los anales de la canción popular. No sería desmesurado plantear, por ello, dos etapas en el estilo de pulsar la guitarra antes de Avilés y después de Avilés. La conjunción de las guitarras de Avilés y Ego Aguirre y el duo de Cortéz y Ego Aguirre cuajó, a través de las interpretaciones de Los Morochucos, en el diseño de un nuevo estilo que en poco tiempo desbordó el ámbito peruano para extenderse por latitudes foráneas. Estos dos discos de larga duración reúnen una selección que, como apreciarán los aficionados y coleccionistas, testimonia la amplitud estilística de Los Morochucos y la hondura de su contribución a la renovación del lenguaje musical criollo. Mario Castro Arenas (texto de la contratapa)
No hay comentarios para este ítem.